sábado, 10 de enero de 2015

EN TIEMPOS DONDE TODOS CONTRA TODOS…HAY QUE LEER LA OCULTA DE HECTOR ABAD FACIOLINCE

Una novela que vuelve a los orígenes de una familia, no sólo a los orígenes genealógicos sino a la fundación de un pueblo, muy al estilo Macondo. Por ello a pesar de ser una novela que cuenta el campo, el modo de vida rural, también nos ofrece miradas modernas, urbanas, y actuales de las relaciones con la tierra, la mezcla de las religiones, los apellidos judíos convertidos a católicos, la interculturalidad, la definición de la colombianidad (si es que eso existe), la misma historia de la violencia. Todos elementos que nos cuentan tres personajes a partir de la muerte de la madre. Se ponen en cuestión las identidades, incluso la actualidad del arte  y la poesía: el detrimento de  la thecné y la poésis por la prominencia de lo banal, lo sociológico y el mercado de los curadores y editoriales.
Me quedé enganchada desde la primera página de esta novela, por la pulcritud, la belleza de las imágenes que se hacen sobre la Oculta y la retórica de los monólogos de los personajes, diálogos con el lector que van armando una trama que lo envuelve a uno en su red de simbologías sobre la finca. Un terreno con vida, con cuerpo propio, otro personaje dentro de la narración al cual le dan sus valores los tres hijos de Ana y Cobo descendientes de los fundadores de Jericó.  Creo que mi gen montañero me hizo disfrutar de la historia de los orígenes del pueblo a la que se aferra Antonio, un homosexual que, en vista de que no puede tener hijos para perpetuar el apellido Ángel, se dedica a buscar en el pasado las épicas de sus ascendientes.
Sin embargo, después de leer varias páginas  me di cuenta también del juego de los tiempos que nos ofrece magníficamente el autor, un juego donde por ejemplo con la utilización del futuro en la conjugación gramatical de la historia del pasado que Antonio narra, también nos está ofreciendo una especie de oráculo de presagio sobre el mismo país, de postconflicto si se quiere. Así también nos lo deja ver Cobo cuando antes de morirse de dolor por el secuestro que la guerrilla hace de su nieto le pide prometer a su hija Pilar que no venderá la finca pues cuando venga una catástrofe, el apocalipsis anunciado, la gente se volverá a las fincas y solo podrán sobrevivir los que tengan tierra. Una especie de vuelta al campo después de las violencias en el país, vuelta al origen que anárquicamente justifica el amor por la tierra.
También me causaron rareza los personajes de las dos mujeres, Pilar y Eva, dos narradoras muy disímiles pero muy complementarias. Al principio pensaba que se estereotipaban los personajes, incluso el del homosexual, pero poco a poco fui descubriendo como la actitud valiente y feminista de Eva era por momentos atenuada por la sumisión y la actitud sumisa y conservadora de Pilar era más moderna en cuanto a decisiones y su pensamiento pragmático ante algunas situaciones. Aquí se puede uno quedar en un estudio, porque realmente se construyen unas contradicciones muy acordes con la misma historia de la Oculta y como dije con la simbología del cuerpo en relación con la tierra que vemos a través de la homosexualidad de Antonio, con respecto a esto vale la pena que me dedique después a conjeturar tal vez desde teorías más apropiadas al respecto. Otra cosa que vale la pena mirar con atención es el documental, el testimonio que nos ofrecen víctimas de la violencia a lo largo de la historia de la misma tierra, debo confesar que tuve un par de pesadillas mientras leía los acontecimientos angustiantes por los que pasó la familia Ángel, pero también una comprensión más amplia del problema social en el que vivimos los colombianos que no hacemos parte de ninguna fila, y más que todo aquellos que en el contexto rural han tenido que enfrentar al cáncer y superarlo, como nos lo hace ver esta historia.

Por lo pronto y la agilidad de este texto, en caliente después de acabarlo de leer, puedo decir que en estos tiempos donde hay tantas guerras mediáticas a nivel nacional y global: de los sexos, de las creencias, de la raza, los colombianos deberíamos volver a la Oculta, refugiarnos allí en ese paraíso del origen literario, reconociéndonos como una mezcla de todo lo que somos, con la libertad de la renuncia a cualquier bando y la esencia de volver a lo único que nos une, la tierra con un lago.

Por otra parte, quiero agregar que con respecto al Olvido que seremos se aleja el autor un tanto de su temática confesional, aunque no deja de notar uno toda la vitalidad que hace parte de él mismo, las experiencias antioqueñas y hasta en algún pasaje aparece su propia genealogía familiar. Esta novela está arraigada dentro de la ficción pero de una ficción muy pertinente no sólo a los tiempos que vivimos en términos históricos y políticos, sino en términos de lo que va de la novela colombiana que supera su propia “sicaresca”, sus propios estigmas y mercaderías y se vuelve a lo humano de los duelos que no hemos vivido para superar una guerra que parece eterna, un hálito de esperanza, de tranquilidad después del conflicto que nos llega como representación de lo posible; también una vuelta a la literatura con más intención épica y significativa, criticando lo social sí, renovando imaginarios y despojándolos de segregaciones, nos abre el autor un lindero entre el pasado y el futuro de lo que somos y podemos ser como ciudadanos de la polis Colombia y la polis mundo. Como lo plantea en la narración el personaje de Antonio:

"Nosotros ya no éramos campesinos, como el abuelito, pero conservábamos el último trozo de su tierra, para honrar su memoria, tal vez, aunque más bien para tener la dicha de ver amanecer allá, de sentir lo que se siente -es una cosa honda y antigua- al estar encima de un sitio que se sabe propio, y del que nadie te puede sacar. Creo que eso pasa en todos los lugares del mundo y que por eso se mata la gente en Israel y en Ucrania y en Siria." (Página 261)

Pero no todo es la utopía del lugar a donde se volvería para salvarse, del orígen, este también se cuestiona en el relato, se nos muestra otra forma, otro pensamiento al rededor del linaje que se deshace y así también la raiz. La simbología del paisaje, la personificación tanto del lago como de la casa y la finca que nos ha hecho entrar en empatía con los personajes, y al mismo tiempo repudiarlos, se vuelve trascendental hacia las últimas páginas. Todo está anunciado, así también la catástrofe no es tan apocalíptica ni tan ajena como nos lo dijera Cobo. Se presenta más bien como la irrupción inesperada de la "civilización" hacia el refugio,  el después de la guerra se nos vuelve más cercano a una idea fantasiosa y menos bucólica de la seguridad y la protección nos hacen crear una ilusión de lo propio.  Una especie de naturaleza muerta se cierrra con este libro, y así también la expectativa ilusoria del origen, la novela en últimas va de la muerte hacia la muerte.
  

Angélica Hoyos Guzmán

Hector Abad Faciolince  (2014). La oculta, Alfaguara, Colombia.

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