domingo, 5 de enero de 2014

ZAMBRA Alejandro (2007). La vida privada de los árboles. Editorial Anagrama.

Un hombre cualquiera de mediana edad nos relata los acontecimientos de una noche, aquella en que espera a que regrese su mujer de una clase de pintura. Esta novela nos mete en la psicología de Julián, escritor de domingo, profesor de literatura, en sus fracasos, en su mediocridad, en su ansiedad por la llegada de Verónica.

En lo que transcurre la noche, mientras duerme a Daniela, hija de Verónica pero no de Julián, él nos presenta el mundo que lo rodea como si estuviese estático en un tiempo que se dilata poco a poco. Esta sensación ralentizada de la historia nos envuelve y nos atrapa desde las primeras líneas en el primer capítulo que transcurre todo dentro de la casa donde convive la pareja con la niña, hasta las últimas páginas del  segundo capítulo que ocurren a las afueras del colegio donde estudia Daniela y bajo la lluvia.

Julián nos dice que esta es una historia donde no existen enemigos, a pesar del tiempo dilatado de la historia en una noche la rapidez con la que salta de una imagen a otra nos lleva con musicalidad a seguir sus pensamientos, a conocer detalles de él, de Verónica, de Daniela, la niña, de la familia de cada uno, de la exnovia de Julián, del papá de Daniela, de todos y cada uno de los personajes que se revelan ante nuestros ojos con en el paso de Julián de una habitación a otra. Una composición textual rica en intertextos y en la agilidad en la que se tejen otras historias dentro de la historia principal, en todos los tiempos, todo se mueve menos Julián que siempre está esperando, Daniela que está dormida y Verónica que no llega. Todo se mueve y no se mueve, salta de un lado a otro para hablar de temas del cotidiano, y otros trascendentales que se obvian en lo cotidiano o se naturalizan tales como la muerte, lo que siempre quisimos ser y ya no fuimos, la música que acompaña nuestros momentos.

Todo lo anterior, hace que la musicalidad y la precisión de cada palabra sirvan para hilvanar una poética sencilla y cotidiana. La historia de Julián no solo es verosímil sino que se acerca  al diario vivir del amor real entre personas que han tenido que sacrificar sus sueños y el drama de cada situación de vida que se desborda en el interior de los hogares, sin conflictos, silencioso y angustiante en la mente del personaje. Nos habla también de  la historia de familias fragmentadas que se salen del típico rol conservador de familia, del amor romántico con sus eternas esperas y la resignación del día después cuando se sabe que ya quien se espera no volverá. Por eso esta historia me conmovió, no solo por la sencillez y cercanía en la experiencia vital de lo narrado sino también por la suavidad y la agilidad del tratamiento lingüístico hasta poner al personaje como una voz en off de sí mismo.

Mientras se lee “la vida privada de los árboles” uno tiene la sensación de que eso que se está leyendo está pasando en alguna parte, le puede pasar también a uno y el personaje también crea a sí mismo varios universos en donde la gente habla sola con los árboles o sencillamente escribe algo que desconocemos, pero que nos sugiere una ventana por donde nos leemos a nostros mismos leyendo.

No he leído aún la novela Bonsái, la primera del mismo autor, pero encontré el símil que hace Zambra, a través de la voz de Julián, entre escribir y cuidar un bonsái, el cuidado de estos diminutos árboles es todo un arte, la minucia y la precisión de esta novela también lo son, sospecho que al leer “Bonsái” me encontraré con ese árbol novela lleno de pequeños detalles, tal como lo es “La vida privada de los árboles”.  A mi parecer Zambra deja rastros de lo que podría llamarse un arte poética, su propia visión sobre el oficio del escritor,  cuando establece esta relación con el personaje Julián quien deja secar el bonsái que le regalan sus amigos para que por fin escriba, deja secar su creación, pero su vida sigue y encuentra entonces a Verónica después de terminar una mala relación.

De este modo, los árboles establecen una referencia metafórica pues sobre ellos Julián crea  otra historia dentro de la historia principal, al tiempo que el escritor de domingo, como él mismo se denomina,  intenta dormir a Daniela inventa cuentos sobre árboles que están en el parque conociendo gente y hablando de las historias de la gente. Estáticos como está Julián en su casa esperando a Verónica, los árboles nos presentan otras vidas. Julián nos presenta su vida y la de todos a su alrededor. Nos salta del pasado al presente y al futuro de la vida de Daniela, nos presenta como se imagina él que ella crece, que ella algún día lee sus manuscritos no publicados. 

Julián es un árbol que va viendo pasar su vida mientras espera a Verónica, Julián me hace sentir como un árbol que está leyendo esa novela que él escribe mientras Zambra lo escribe, esa novela donde yo imagino que incluye a Verónica, a Daniela y a todos nos incluye, aunque ni siquiera sepamos si ella vuelve, en ese final abierto permanecen las páginas pasando de un solo aliento mientras se escuchan y se viven las historias que hacen la vida privada de los árboles.

Angélica Hoyos Guzmán

1 comentario:

  1. Creo que es una visión acertada la de la obra como un bonsái, creo, incluso, que en general la obra de este escritor se mueve siempre dentro del mismo esquema, muy mínimalista, pero lleno de profundidad.

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